Con los ojos
del alma
Mi vida no es
como la de los demás. Desde que nací fui diferente y tuve mis limitaciones.
Siempre necesité ayuda para hacer mis cosas como, por ejemplo, para cruzar la
calle. Desde chico fui a una escuela donde todos eran como yo, pero yo sabía
que nosotros no éramos como el resto del mundo, no veíamos el mundo a colores
como los demás, directamente no veíamos.
Más allá de no
poder ver, siempre fui una persona normal. Tenía mis limitaciones, es lógico, a
medida que fui creciendo fui lanzándome más a la vida. Comencé a jugar al
fútbol en una escuela especial, salía con un pequeño grupo de amigos que me
había hecho jugando a la pelota, escuchaba música y hasta intenté tocar algún
instrumento musical.
Podía decir
que a mis 16 años llevaba una vida prácticamente normal. Sin embargo, siempre
se suscitaba el mismo problema. Mis hermanos tenían la costumbre de ver una
película después de cena. Yo intentaba acercarme a la televisión y ellos describirme
lo que veían. Sin embargo, luego de varios minutos ellos se cansaban de hablar
y yo me quedaba con las ganas de escuchar.
Ese fue un
tema que muchas veces discutí en casa, pero por más voluntad que mis hermanos
querían poner, siempre me quedaba sin “ver” la película.
No fue hace
mucho tiempo, quizás hace tres años. Mi mamá llegó de la calle con una noticia
para contarme. Ella había leído en el diario que la gente del Centro “Luis
Braille” había estado trabajando en un proyecto de películas para ciegos y que
este viernes se estrenaban a las 14 horas. En ese momento sentí una gran
alegría. Estábamos a miércoles y solo faltaban 48 horas para poder ir a ver una
película. Ni siquiera me importaba cual sería.
Tampoco recuerdo haberle preguntado a mi mamá, y si me lo dijo, no la escuche
por la emoción que tenía.
Fueron los dos
días más largos de mi vida. Era algo nuevo para mí. La incertidumbre de saber cómo
sería transitaba por mi cabeza varias veces por hora y, por más que pensaba, no
lo podía imaginar.
Finalmente
llegó aquel viernes. Recuero no haber
dormido, o haberlo hecho muy poco la noche anterior. A medida que pasaban los
minutos me encontraba más contento y en mi casa se vivía un ambiente diferente,
como aquel día en que mi prima decidió casarse, va una coma este viernes
también era un día festivo.
Almorzamos
rápido, me bañe y para cuando salí al baño recuerdo haber identificado los
olores de mis padres y mis dos hermanos, se sentían bien perfumados y yo me los
imaginaba a todos de saco y corbata, vestidos de gala.
Salimos de
casa caminando, estábamos cerca del lugar donde emitían la película “El
secreto de sus ojos”. A pesar de que sabía que mis hermanos la habían
visto en el cine, decidieron acompañarme
igual, era un plan para toda la familia.
Cuando
llegamos, recuerdo que les ofrecieron la oportunidad de taparse los ojos con
una venda para que puedan sentir la película de la misma forma. Nos sentamos en
nuestras butacas y pocos minutos después el filme comenzó a correr. Las voces,
las descripciones, era un marco perfecto, pero lo ideal era que yo estaba en un
cine junto a mi familia, como me contaba mi mamá que lo hacía cuando era una
niña y su tía llevaba a los “pequeños” al cine del domingo por la tarde.
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